MARRUECOS
Aisha Kandisha, la mujer-mito más conocida de Marruecos
¿Os suena eso de “el hombre del saco” o “el coco”? ¿Esos personajes con los que a más de uno/a nos aterrorizaban de pequeños/as? Pues en Marruecos también existe una leyenda
muy parecida, pero en este caso debo decir que mucho mejor, ya que Aisha Kandisha es una
mujer muy hermosa y seductora, de cabellos muy largos y con patas de cabra a quien le gusta
los lugares con agua, es decir, el mar, los ríos, las fuentes, los pozos, etc.
Se dice de ella que vuelve loco a los hombres, tanto que incluso llegan a suicidarse, y
entonces es cuando se convierte en una anciana sin dientes, con el pelo largo y sucio y con
una mirada terrorífica. Aisha Kandisha solía aparecerse siempre al anochecer y siempre cerca
de lugares con agua, adueñándose del alma de quien se encontrara con ella.
Al parecer, esta leyenda procede del mito judío de Lilith, la cual fue la primera mujer
de Adán antes de Eva y fue creada por Dios a su imagen. Sin embargo, Lilith abandonó el
Edén al considerar que Adán no la veía a ella como a un igual y se dirigió al mar Muerto, lugar
a donde los ángeles fueron a buscarla para que regresara al paraíso. Sin embargo, ésta no
quiso y entonces Dios la castigó matando a sus hijos.
Desde entonces, Lilith intentó vengarse raptando a los niños de sus cunas y matando a
todos aquellos que tenían menos de ocho días, según nos cuenta la tradición hebrea. Sin
embargo, la leyenda de Aisha Kandisha es muy conocida en todo Marruecos y a ella se le
atribuyen varias historias reales.
ESPAÑA La leyenda de El Coco
El Coco es una figura ficticia y mundialmente conocida, es una de las formas más
tradicionales utilizadas por los adultos para inducir el miedo en un niño, con el fin de asociar a
este monstruo ficticio a la obediencia del menor en relación con la orden o el consejo de un
adulto.
Desde la época de las Cruzadas, la imagen de un ser abominable ya era utilizada para
generar miedo en los niños. A la voz de “Pórtate bien, si no, el coco vendrá a buscarte”.
La imagen de El Coco tiene variaciones según las diversas regiones alrededor de todo
el mundo. Según la tradición popular, El Coco se esconde en el cuarto de los niños mal
educados, en los armarios, en los cajones y debajo de la cama con el fin de asustarlos por la
noche. Otro tipo de Coco aparece en las noches sin luna, este pone a los niños mentirosos
en una bolsa para hacerlos jabón. Cando un niño hace algo indebido, debe pedir disculpas
y aceptar su castigo, en caso contrario, según la leyenda, recibirá la visita de El Coco.
El hombre del saco
¡Qué viene el hombre del saco! es una frase que se ha empleado durante décadas para asustar a los niños que se portan mal.
Pero el hombre del saco viene de la historia de los sacamantencas. Esta leyenda de los
sacamantecas se popularizó a finales del siglo pasado, cuando se usaban carros, máquinas
de vapor, etc... que tenían que engrasarse muy a menudo para que su mecanismo funcionase
a la perfección.
Surgieron rumores de que la grasa humana tierna era mejor que la animal porque es más
densa, y se empezó a decir que merodeaban por la calle unos hombres siniestros, con sacos
en el hombro, que secuestraban niños y los asesinaban para venderlos luego a un desollador,
que se encargaba de extraer las mantecas y pagaban a los secuestradores una buena suma de
dinero por cada presa que les traían.
El mito en España aumentó cuando se pusieron en marcha los nuevos ferrocarriles, y
casualmente se contabilizaron algunas desapariciones de niños en Barcelona.
Como era de esperar, pronto corrió el rumor de que no era casual y que había algunos
sacamantecas por los alrededores que habían raptado a los niños.
Desde entonces, la fama del Sacamantecas se debe más que nada al uso del nombre para
asustar a lo niños, a quienes los padres también amenazaban que si no se portaban bien
vendría el Hombre del Saco a llevárselos.
RUMANÍA
La leyenda de la casa de los siete vampiros
En Rumanía, en lo más profundo de la Europa del Este, existen leyendas que pocos
se atreven a pronunciar siquiera en voz alta, como la escalofriante historia de La Casa de los
siete vampiros.
Según cuentan, los sucesos ocurrieron en Siret, una localidad cerca de la frontera con Ucrania.
Sucedió que tres soldados viajaban en carreta junto a un anciano, buscando algún lugar en el que
conseguir un poco de heno. Se había hecho ya de noche, por lo que pararon en una casa solitaria que se erguía al lado del camino en un claro del bosque.
La mujer de la casa los recibió con amabilidad. Invitó a los soldados y al anciano a pasar a la
cocina y le sirvió a cada uno un cuenco de puding de maíz, tras lo cual abandonó su compañía, alegando
que tenía otras labores de las que ocuparse. Cuando terminaron de comer, los soldados quisieron buscar
a la buena mujer para darle las gracias, pero esta no aparecía en ninguna de las habitaciones de la casa.
Una casa muy grande, con cuatro plantas y pasillos oscuros, en lo que según cuentan, estaban
colgados escalofriantes cuadros donde estaban cosidos pedazos de piel humana. Decidieron
seguir investigando y subir al desván, a ver si se encontraba allí. Al entrar, la vieron tirada en el
suelo junto a otros seis cuerpos inertes.
Ninguno de los cuerpos se movía lo más mínimo; estaban como paralizados, con la mirada fija
en el techo y la boca abierta. Había algo antinatural en su inmovilidad, parecían cáscaras vacías,
casi cadáveres.
―¡Strigoi! ―exclamó el anciano con horror.
Él y los soldados huyeron escaleras abajo, montaron en la carreta y se alejaron de la casa lo más
deprisa que podían. Cuando, ya a una distancia prudencial, volvieron la vista atrás, vieron cómo
siete pequeñas luces salían de detrás de la casa y se dirigían camino arriba hacia ellos. Eran estas las
almas de los vampiros. Si los soldados hubieran dado la vuelta a cada uno de los siete cuerpos del
desván, nunca hubieran podido volver a entrar en ellos.
Según la tradición, las almas de los vampiros vivientes se reúnen con los vampiros muertos a las
afueras de los pueblos, allí en donde no se oye el canto del cuco ni el ladrido del perro, y aprenden
de ellos gran cantidad de conjuros y hechizos maléficos, y unos y otros se reparten las personas a
las que planean hacer daño como si estas fuesen cabezas de ganado. Los campesinos rumanos no
distinguen entre un tipo u otro de vampiro, y a ambos los denominan con el mismo término.
Información recopilada por los alumnos del grupo REMA del 2º y 3º ciclo.